Natalie Hughes es Leah Hirsig. Documental In Search Of The Great Beast 666, Aleister Crowley, 2007.
Mientras Leah y Mudd caminaban, exhaustos y melancólicos, por las calles de París, Crowley y Dorothy Olsen proclamaban la Ley y adoraban a Horus bajo la soleada luz norteafricana, en un lugar ideal para pasar las vacaciones invernales. La presencia estimulante de una mujer siempre había tenido un efecto milagroso sobre la salud de Crowley.
Al otro extremo de la historia, y en una carta al hermano Virtute et Labore, el venerable Adam Gray Murray, que había discutido con Mudd y que en aquel momento acababa de recibir una patada en el trasero, Crowley dice: «Leah me comunica por telegrama que estás enfermo de hinchazón del Ego. Espero que no. Es la única cosa que consigue sacarte de tus casillas. ¡Ah! si pudieras ver las estrellas como se ven desde aquí y darte cuenta de la Inmensidad de las Cosas, entonces no habría peligro. Tu trabajo es tan importante como el de cualquier otro grano de arena: un solo error y toda la maquinaria se estropea». Las críticas a él, a partir de hace un momento y a pesar de los intentos de la Bestía por conservar la fidelidad, se dejarían sentir hondamente en sus discípulos más cercanos y sobre todo, en Alostrael, su ya, antigua Mujer Escarlata.
Es cierto, que a pesar de esas lejanías sistemáticas que experimentaría la Bestia, otros vendrían a su vida. Empieza a ser la época de otros importantes como Karl Germer y Gerlad Yorke, Martha Kuntsel y el establecimiento de la OTO como orden internacional difusora de la filosofía de Thelema. Leah en cambio retornaría a su pasado en Estados Unidos y su oficio de maestra de escuela, pero esa historia aun está por escribirse.
Durante el mes de junio de 1925, Crowley, Dorothy Olsen, y aun Leah junto con Mudd se encontraron en París, desde donde se dirigieron a Gera, en Turingia, en espera de una convocatoria de los Magos, los delegados de la Orden que poseían la sabiduría sagrada. Ninette no les acompañaba o bien se había quedado con los niños en la olvidada Abadía de Cefalú o de lo contrario, se encontraba en otro lugar, tras haber sido expulsada de Italia por ser una extranjera que creaba problemas. La finalidad de aquella convocatoria era la elección del Supremo Dirigente de la O. T. O.
En aquellos tiempos Germer (interpretado por Crowley como el hombre rico de occidente, en referencia a la sección III, 31 del Liber Legis) dijo, sencillamente, que se sentía «hipnotizado» por la Bestia. Pero hay más que eso: Crowley era su destino hecho realidad, de la misma forma que lo había sido para Neuburg, Mudd y Leah Hirsig. Había destruido y reconstruido sus existencias, llevándolas hasta las grandes alturas. Leah y Mudd no duraron mucho en aquella convención, pues independiente de la hospitalidad de Germer, Crowley se había olvidado casi completamente de ellos. Tras un leve periodo, y muy maltrechos, volvieron a Francia.
Mientras tanto, Leah, cuya gran fe en Thelema era incomparablemente mayor que la de Dorothy, se veía obligada venderse en las calles de París para sobrevivir. Y al mismo tiempo, invocaba a Ra-Hoor- I Khuit, pues para ella, incluso en su nuevo papel de prostituta, el sexo debía combinarse siempre con la magi(k)a. Al igual que Mudd, ya no sabía quién era, y comenzó un nuevo diario con el título de «¿Diario de ... ? conocida en la Tierra como Leah Hirsig». Pero en un momento de esperanza y rebelión, escribió en una postal esta sentencia del Liber Legis: «Ya esta mujer llamada la Mujer Escarlata, ha sido dado todo el poder», y después se la envió a la Bestia. Sí, se le había entregado todo el poder, y a quien es Todopoderoso nada puede serle arrebatado: todavía cabalgaba a la Bestia. jBabalon se había puesto en pie!
Pero cuando se le pasó aquel momento de exaltación, comprendió que debía romper totalmente con Crowley y seguir su propia vida. Pero no podía hacer todo eso de golpe, pues estaba demasiado identificada con el espíritu del Mago. Debía ir intentándolo poco a poco y así, penosamente, ir deshabituándose de él. Comenzó por informar a Crowley de que como mejor podría ayudarle sería ahorrándole la molestia de tener que preocuparse materialmente por ella. Con ello sólo transfería a Crowley sus propias ansiedades y su sentido de la decencia, pues no hay nada que le permita suponer que él se hubiera sentido preocupado. Por primera vez en seis años separó las pertenencias que le eran propias de las suyas, y le escribió para preguntarle qué quería que hiciera con los libros y documentos que aún le quedaban.
A finales de 1924, Mudd regresó a Londres, y Leah comenzó a escribirle nuevamente. Sus canas revelan su estado de abandono y la amargura de su alma.
14 de diciembre de 1924.
Me estoy recobrando de una depresión que me ha hecho salir de casa precipitadamente, y volver peor de lo que estaba. La noche pasada me fui hasta el Dome, que estaba poblado por todo tipo de gentes respetables: los únicos que me interpelaron fueron los que estaban tan borrachos que no veían lo bonita que estaba con mi vestido negro y oro y mi capa teñida de negro para que hiciese juego. Regresé a casa totalmente disgustada y, además, con 20 francos menos, que no tuve más remedio que darle a un estúpido borracho, a quien se los debía desde hacía tres años, para que no fuera a ponerme un pleito. Espero que reviente con ellos, el muy cerdo. También di un beso a otros dos o tres, y muy apasionadamente, lo que disgustó bastante a mis amigos serios. ¿Puedo enterarme de lo que está ocurriendo en Londres?
16 de diciembre.
Lo único que me molesta es no poder dedicarme a mis propios asuntos por estar siempre esperando que [la Bestia] me llame, para no tener que perder tiempo en dejar lo que había comenzado y estar lista. y así no puedo preocuparme por las cosas de cada día y el problema de tener que buscar dinero, u otros asuntos más serios, como conseguir un compañero de magia [sexual] pro temo Tengo que decidirme en serio a hacer algo, dejar de decirme: «¿Para qué sirve hacer cualquier cosa? No me servirá para nada~~. Es evidente que soy incapaz de crear nada, sino el caos en mi interior. Me fui al Dome la noche pasada, y también el sábado pero no había nada interesante sino una buena reata de sinvergüenzas. Nina [Hamnett] me preguntó por ti. ¿Puedes entender que no haya visto ni un alma, excepto a Norman Hall (tres breves visitas), V.l. [Ida Crooke] y a ti, en los últimos tres meses? Y he llegado a creer que soy incapaz de establecer ningún lazo con cualquier cosa que se parezca a un ser humano. Tal parece que sea el derrotero de mi vida. Pero ahora todo esto se me agudiza por la sencilla razón de que no dispongo de lo necesario para seguir al rebaño. Estoy más sola de lo que jamás haya estado mortal alguno. Y encima atada de pies y manos.
6 de enero de 1925.
No he recibido una sola noticia tuya desde hace mucho tiempo. También yo he estado demasiado atareada para escribirte, y que soy la chica para "todo de un restaurante pequeño y sucio de Monttparnasse ... 200 francos al mes y la comida. Mis manos están hinchadas e insensibles de fregar cazuelas y mesas de mármol, pero no he dejado escapar esta ocasión y tres días de preparación (el local todavía no estaba abierto) han bastado para acostumbrarme al agua sucia, que por sí sola bastaría para que dejara el empleo. No he supuesto, ni por un momento, que pueda durarme mucho, ya que la gente chismosa irá a contarle mi historia a la patrona. Con el último correo ha llegado una carta dé Astrid, en donde me dice que me enviará algún dinero para que pueda irme a Túnez en cuanto pueda conseguir algo; espero ver hoya Norman Hall, aunque creo que ha debido irse de París. No podía pagar los 284 francos del alquiler del apartamento, que vence el 15.
20 de enero.
Me aconsejaste que conservara «ese empleo» hasta que estuviese segura de poder irme a Túnez. No creo que te imagines lo que es lavar platos, subir carbón y vino de la bodega, pelar patatas y servir diariamente a setenta personas, etc. (por lo general, 13 horas diarias de trabajo). He resistido en él dos semanas, lo que me ha permitido disponer de este apartamento otros tres meses, aunque haya tenido que estar en la cama dos días, a consecuencia del trabajo, así que no volveré. He recibido una carta disparatada de V.l., en la que me dice que se retracta de enviarme los 1.000 francos prometidos, y que, sin duda, seré debidamente socorrida por el «Jefe de los negocios». Y también que el 29 se va a Australia. ¡ojalá que el barco se vaya a pique! Aunque, probablemente, ella enturbiaría las aguas durante los siglos venideros. Soy importunada por todo el mundo [del Café du Dóme], pero no me ocurrirá ninguna desgracia hasta que no le haya pagado al camarero los 15 francos que le adeudo.
Ida Crooke se introdujo en el círculo de los thelemitas, recibió un nombre mágico, cuyas iníciales eran V.l., y después se fue; esto explica la inquina que Leah demuestra hacia ella.
Mejor sería pegarse un tiro que ir al Café du Dóme y acabar discutiendo con Leon Engers. Teed ha resultado ser un sodomita de lo más regular. Le escribí una larga carta, después de que faltara a dos citas conmigo, ya que la segunda vez vi que pasaba de largo a mi derecha.
26 de enero.
¡Qué niño tan triste eres! No siendo su madre, no sé exactamente qué hacer con un niño así, excepto abrazarle lo más que pueda. Considérate abrazado y no estés tan triste -por lo menos, hasta la próxima vez-o Le dejé una nota a Kennedy, pero él nunca contesta. Tomaré por asalto su maldito hotel, hasta que se deje ver. He cogido un empleo de friegaplatos y libro a las 2:30 de la madrugada. Esto interrumpe la hora de cenar, ya que entonces tengo que trabajar, lo que resulta un fastidio, pues cuando llego hambrienta ya no queda nada en la casa... .
... No me refiero a una paliza, con tal que no sea un verdadero sádico quien la propine. Odio a los sádicos son gente débil, como, por ejemplo, Bill Seabrook y Nina Hamnett, si te parece.
... No me refiero a una paliza, con tal que no sea un verdadero sádico quien la propine. Odio a los sádicos son gente débil, como, por ejemplo, Bill Seabrook y Nina Hamnett, si te parece.
William Seabrook era bien conocido entre la bohemia de Montparrnasse por su costumbre de vapulear a las mujeres, aunque también tenía otros hábitos, ciertamente peculiares.
A comienzos de febrero de 1925, Alostrael compró un billete de tercera para Marsella y, enferma y cansada, se fue a Túnez. Había recibido el aviso esperado desde hacía tanto tiempo: la hermana Astrid estaba esperando un niño y Leah debía venir para echarle una mano.
Dorothy no se encontraba bien, ni de fuerzas ni de ánimo, por lo que la presencia de Leah sólo sirvió para trastornarla... Solo las naturalezas más fuertes pueden resistir las tensiones de la magia este viernes, 24 de abril a las· 10p.m., un Mago bastante enfadado, que estaba acostado en la cama de la habitación de su hotel en Túnez, escribía lo siguiente en su diario mágico:
Un simple trago de ron (que servía de colofón a un buen montón de preocupaciones surgidas durante todo el día) fue suficiente para inducir a Dorothy Olsen a un estado agudamente maníaco. Echado en la cama y abrazado a ella, me quedé adormilada y, de repente, ha comenzado a arañarme la cara sin previo aviso, insultándome, con un torrente de las más sucias incoherencias, a mí y a todo lo relacionado con mi persona. Después del mediodía, y por la tarde, estuvo muy irritada y brusca, con uno o dos asomos de ataque; pero como nadie le hizo caso, no llegaron a más.
Leah, con la apariencia de un espantapájaros asustado, había llegado a Túnez a fines de marzo de 1925. Dorothy había abortado, así que, después de todo, no necesitó a Alostrael.
El 2 de mayo de 1925, Crowley, Dorothy y William George Barrón, a quien la Bestia y Leah habían conocido un año antes en París, y que no tardó en convertirse en el compañero de Leah en los ritos de magia sexual, realizados para obtener salud, dinero, éxito, juventud, progreso en la Gran Obra, etc., partieron hacia Francia, dejando a Leah sentada a la máquina de escribir, mientras seguía pasando a limpio nuevos capítulos de la Autohagiografía de la Bestia. Esto es lo que, desde Túnez, Leah escribió a Mudd, el 5 de mayo:
Bestia, Astrid (Dorothy) y Barrón han salido para Francia el sábado día 2, dejándome con un montón de cosas que pasar a máquina, mientras iban a conseguir un poco de dinero, etc. Cuando recibas esta carta, Barrón habrá estado contigo... muy arruinado, me temo. Me ha sido de gran ayuda, pero espero que A.C. te contará más cosas de él: considéralas en lo que valen. Me gustaría estar fuera de esta maldita ciudad. Sólo el cielo sabe lo que les ha ocurrido a Ninette y los niños.
Antes de que Barrón se fuera de Túnez en compañía de la Bestia y de la hermana Astrid, había añadido nuevas alegrías y dificultades a las que ya tenía Leah. A pesar de ello una nueva Leah Hirsig, que había estado germinando lentamente bajo tierra -una Leah más grande- afloraba a la superficie. «Es la primera vez», escribió, «que habiendo sido abandonada, con o sin trabajo, con o sin dinero, no me encuentro sin saber qué hacer.» En aquella ocasión, no carecía de amigos en Túnez. Por ejemplo, estaba Gérard Aumont, que había traducido al francés The Diary of a Drug Fiend. La llevaba al cine y le daba un poco de dinero. Ella se encontraba menos deprimida y ya no pensaba seriamente en el suicidio. Por supuesto que había crisis ocasionales, con arrebatos de llanto, pero, en líneas generales, Leah iba progresando en lo que había de conducirla al encuentro de su propia vida. Soñaba que ella y la Bestia estaban juntos en la cama, pero Leah se levantaba, abandonándole: «y me fui a mi pequeña cabaña». Su actitud respecto a Crowley se hizo crítica. «Querido A.C.», llegaría a escribir, y no como antes, «Mi Bien amada Bestia», o «Mi León Grande».
Querido A.C.: no sé si es la enfermedad, la agonía o qué ... pero creo que tengo razón al pensar que ha de ser la Fórmula del Hombre Feliz la que hace que seas tan grosero. Hasta el momento no has dicho nada de los distintos manuscritos que te he enviado, pues excepto la carta del 15 de mayo no he tenido noticias tuyas. Y, en especial, el dinero que me prometías en ella no ha llegado todavía... No creo, ni por un momento, que los Dioses sean responsables de la reanudación de aquel tonto enredo financiero. Está muy bien gritar «¡Prosperidad material!» y derrochar como un asno, pero todo eso no produce sino deudas, y encima tontas. Así que ahora te toca a ti jugar. Leah.
Al final reconocía que su amor por Crowley era una dolencia de la mente de la que debía curarse. Y la llamó «A. C.-itis». Ahora, Crowwley sólo era para ella una palabra mágica, el logos de la nueva religión, thelema.
"Lo consideró, en lineas generales, como una simple palabra". Escribió con cierta ironía, en su diario, "pero resulta endiabladamente duro, cuando uno necesita tener un trato "humano" con lo que parece ser la criatura de la especie más corrupta, tener que considerarla como una Idea".
Leah le dejó el hombre, Aleister Crowley, a Dorothy, que estaba intentando poner un poco en orden sus asuntos, y que le escribía a su antigua rival en los siguientes términos: «Bestia debe desembarazarse de las antiguas amantes y demás engorros». Pero a juzgar por una referencia aislada, que aparece en una de las cartas de Dorothy Olsen, a un ojo morado, obra de «Bestia», no debió de tener éxito en sus exigencias.
El ojo morado de Dorothy fue objeto de discusión por parte de todos los thelemitas, exceptuando a aquel que había sido su artífice. El asunto aparece reflejado en toda la correspondencia de aquellos días. En marzo de 1925, Dorothy le había escrito a Mudd lo siguiente:
Todavía sigo viva en Túnez, con muchos de los huesos de la cabeza fuera de su sitio. Es algo que no está mal: deja más espacio para el cerebro, y éste puede desarrollarse.
Era una manera hiperbólica de decir que la vida con la Bestia había servido para desarrollar sus ideas? Aparentemente no. Dos meses más tarde, el estado de su cráneo había empeorado. «En lo que a mí respecta», escribe a Mudd, «estoy muy mal de salud, bajo el cuidado de tres médicos de París.» Una semana más tarde, Leah, que había sido informada, tanto por Mudd, como por la propia Dorothy, de los problemas sanitarios y financieros de esta última, le escribió: «No puedo saber por lo que me dices en tu última carta, si la operación se debe o no al ojo morado ... infórmame acerca de la operación; no permanezcas tanto tiempo sin dar señales de vida y, sobre todo, no te tomes las cosas tan a la tremenda ... quizá lo peor aún esté por venir.
Finalmente, en otra carta que le envía el 4 de junio de 1925, leemos que:
Tus tres cartas llegaron a su tiempo. Siento de veras que andes tan mal de salud. No llegué a saber por lo que me decías en tu primera carta si la operación tiene que ver con el ojo morado o con otros problemas. Hazme saber como te encuentras. Puedes decirle de mi parte a A. C. que su postscriptum no me impresiona lo más mínimo. ¿Acaso supone que quiero mil francos para comprarle un sonajero al niño [el que iba a tener de Barron]? Sabiendo que me dejó con 400 francos del dinero de Barron, hace ya cinco semanas, puedo, lógicamente, suponer que necesita saber cuándo estaré necesitada de dinero. Poco importa decírselo por escrito, cosa que he hecho tres veces por semana, a lo largo de tres semanas, para obtener, simplemente, una estúpida promesa, que yo sabía que nunca iba a cumplir, de que enviaría dinero...
Tus tres cartas llegaron a su tiempo. Siento de veras que andes tan mal de salud. No llegué a saber por lo que me decías en tu primera carta si la operación tiene que ver con el ojo morado o con otros problemas. Hazme saber como te encuentras. Puedes decirle de mi parte a A. C. que su postscriptum no me impresiona lo más mínimo. ¿Acaso supone que quiero mil francos para comprarle un sonajero al niño [el que iba a tener de Barron]? Sabiendo que me dejó con 400 francos del dinero de Barron, hace ya cinco semanas, puedo, lógicamente, suponer que necesita saber cuándo estaré necesitada de dinero. Poco importa decírselo por escrito, cosa que he hecho tres veces por semana, a lo largo de tres semanas, para obtener, simplemente, una estúpida promesa, que yo sabía que nunca iba a cumplir, de que enviaría dinero...